Las calles dibujadas en los alrededores del Palacio de Aiamans y de la iglesia parroquial constituyen un pequeño laberinto encantador donde se puede tocar con las manos la historia del pueblo. Tanto si se visita la calle Beato Ramon Llull como la calle de la Iglesia se debe invertir un tiempo en recorrer calles, perderse entre las pendientes, las plazoletas y las calles estrechas y en tramos empedrados. Se pueden descubrir muchos rincones encantadores que fotografiar y algunos comercios locales escondidos donde disfrutar de buenos productos locales y también de la simpatía de la gente.
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